Nelly Richard y el feminismo deconstruccionista

Richard, Nelly. Feminismo, género y diferencia (s). Colección Archivo Feminista. Santiago: Palinodia, 2008.

Este libro contiene una serie de ensayos, algunos ya publicados antes pero aquí revisados y expandidos. A través de ellos, Richard establece los siguientes puntos:

El feminismo puede ser visto tanto como un movimiento social; una teoría; o como una operación que problematiza las relaciones de poder desde "el signo mujer" como significante o metáfora de lo subordinado, lo marginal, lo no-hegémonico. En este sentido, el feminismo y "lo femenino" pueden ser formulados como una crítica a las tecnologías de la representación que postulan a la identidad como lineal, unitaria y fija. Ser mujer no coincide siempre en este sentido ni con "lo femenino" ni con lo feminista (en el caso de la literatura, por ejemplo). "Lo femenino" entonces sería un proceso de significación constante, siempre imbuido en una intertextualidad, que permite articular múltiples modos de subjetividad en función de diversos contextos de actuación.

Una vez que nos hacemos cargo de la crítica postestructuralista que cuestiona la identidad femenina como esencial, nos topamos con la tensión entre la deconstrucción de la categoría identitaria "mujer" y la necesidad de articular identidades políticas a nivel práctico. Para Richard, el impasse se resuelve en que las feministas no están obligadas a elegir entre un extremo y otro de la tensión, sino que pueden desplazarse tácticamente entre ellos para articular un "nosotras" o su deconstrucción en función del contexto.

La diferencia sexual, lejos de ser "otra diferencia más", sería la diferencia que por excelencia sostiene y estructura la economía simbólica de la representación. Por esto mismo es que podemos valernos del "signo mujer" para impugnar más ampliamente una economía de significación masculina. Sin embargo, es necesario situar en su contexto material específico e histórico a los cuerpos de quienes ocupan la posición "mujer".

El feminismo de los ochenta pierde su vigor durante la transición una vez que se profesionaliza, se institucionaliza, y se "ONGiza". No basta buscar entonces en el lenguaje militante-burocratizante de la "agenda feminista" las claves para generar transformaciones culturales, sino que es necesario examinar esos espacios donde se cuestionan las bases de las agendas políticas que han sostenido tanto la izquierda como la derecha durante la dictadura y la transición. El arte y la literatura suelen ser espacios donde se apunta hacia la fragmentación, la incompletitud y se denuncia la pretensión de totalidad y la ilusión de coherencia de los sujetos y de sus grandes narrativas ideológicas:

"El arte y la literatura saben torcer los esquemas identitarios, desviarlos hacia los bordes donde se alojan las materias simbólicamente más complejas por turbias, convulsas y fracturadas. El arte y la literatura impiden que se dogmatice lo femenino en el yo sin quiebres ni residuos del lineal sociologismo de género que trabajan, aburridamente, los informes académicos y las comisiones públicas relativos a "la condición de la mujer" y a los "derechos de las mujeres". (63)

Por último, Richard hace notar como las distinciones que algunas feministas latinoamericanas hacen entre "experiencia" versus "teoría", reivindicando la primera por sobre la última, refuerza una serie de binarismos que habitan la imaginación neocolonialista, al sostener que Latino América es el campo de la experiencia o "el cuerpo", mientras que el Norte sería por excelencia el campo de la teoría, el discurso, o "la cabeza" (imaginario también de género donde se feminiza LA y se masculiniza el "Primer Mundo"). Esta distinción asimismo reivindica la búsqueda de "lo latinoamericano" original y no-contaminado, haciéndose complice de las narrativas que esencializan y comodifican la cultura sin reconocer su caracter híbrido, dinámico y contradictorio.

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